
Los cinco soles
Hace muchos siglos, en las antiguas tierras nahuas, donde la grandeza de una civilización florecía, los dioses se alzaban como titanes en el cielo, y los misterios del mundo eran tejidos en los hilos de su existencia.
Entre estos dioses, dos de los más poderosos, Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, protagonizaron un enfrentamiento celestial que daría origen a la creación de los cinco soles.

Los nahuas creían que el mundo había pasado por cinco eras, cada una representada por un sol y cada una con su propia humanidad. La primera era, llamada "Sol de Tierra", fue forjada por Tezcatlipoca.
Durante 676 años, esta era floreció, pero Quetzalcóatl provocó un cataclismo en el cual los jaguares devoraron a los habitantes y la bóveda celeste colapsó, sumiendo al mundo en la oscuridad.
Los nahuas creían que el mundo había pasado por cinco eras, cada una representada por un sol y cada una con su propia humanidad.
La primera era, llamada "Sol de Tierra", fue forjada por Tezcatlipoca. Durante 676 años, esta era floreció, pero Quetzalcóatl provocó un cataclismo en el cual los jaguares devoraron a los habitantes y la bóveda celeste colapsó, sumiendo al mundo en la oscuridad.

La segunda era, el "Sol de Viento", fue creada por Quetzalcóatl, y durante su reinado de 676 años, violentas ráfagas de viento y torbellinos destruyeron a la humanidad, que se vio obligada a refugiarse en los árboles y se convirtió en simios.
La tercera era, el "Sol de Fuego", fue obra de Tezcatlipoca, que durante 364 años desencadenó una lluvia de fuego que transformó a los hombres en guajolotes.

La cuarta era, el "Sol de Agua", creada por Quetzalcóatl, duró 312 años antes de que Tezcatlipoca inundara la Tierra con un diluvio, convirtiéndo a la humanidad en peces.

Y así llegamos a la quinta era, el "Sol de Movimiento", donde los cuatro elementos, tierra, viento, fuego y agua, se unieron en un baile celestial.
Esta era fue el resultado de una reunión de los dioses en Teotihuacán, la ciudad donde los hombres se vuelven dioses. Allí, los dioses se sacrificaron en un gran fuego para crear el quinto sol.
Dos dioses, Tecciztecatl, noble y orgulloso, y Nanahuatl, un dios menor, se ofrecieron como voluntarios. Tecciztecatl retrocedió cuatro veces ante el calor del fuego, mientras Nanahuatl, sin pensarlo dos veces, se lanzó al fuego a medianoche. Los dioses, observando el cielo, esperaron a que los dos dioses se convirtieran en el sol.
Sin embargo, al ver el valor de Nanahuatl, Tecciztecatl también se inmoló, creando otro sol.
Los dioses decidieron que no podía haber dos soles, por lo que Ehecatl-Quetzalcóatl arrojó un conejo al sol adicional, creando así la luna. Sin embargo, ambos astros se mantuvieron estáticos en el cielo.
Los dioses, para darles movimiento, se sacrificaron, ofreciendo su vida para que el sol y la luna no destruyeran la Tierra con su calor.

Esta historia mitológica, además de justificar la creación de los soles y la luna, transmite un mensaje profundo sobre el valor del sacrificio y la renovación. A través de la muerte y el sacrificio, se puede acceder a una vida eterna y celestial, un concepto que trasciende el tiempo y la cultura, resonando en la eternidad de los mitos nahuas.